
Cuidar y sostener la práctica
- Laura Garcia / Awakening Yoga

- 27 oct
- 6 Min. de lectura
Presencia · Enraizar para ascender · Invocar · Navegar · Curiosidad · Fuego · Abrazar
No se trata de ser simples observadores, sino de involucrarnos en el proceso.
Primero necesitamos reconocernos: ver con honestidad quiénes somos hoy, con nuestras posibilidades, limitaciones, tiempos y ritmos.
Luego honrarnos: aceptar y respetar ese punto de partida sin juicio ni comparación.
Pero el paso esencial llega cuando decidimos involucrarnos.
Ahí empieza realmente el camino.
Cuidar la práctica no es algo que sucede sólo en el mat.
Cuidarla es cuidar la experiencia humana completa: lo físico, lo emocional, lo energético y lo espiritual.
Es cuidar este cuerpo que habitamos —nuestro vehículo—, pero también la forma en que lo sentimos, lo movemos y lo escuchamos.
A veces cuidar la práctica significa ajustar la intensidad, elegir un ritmo más suave o una práctica mellow.
Otras veces significa sostener la disciplina, volver a la repetición que nos permite construir nuevos patrones de movimiento, ampliar rangos y abrir la puerta a lo mágico.
Y otras veces es la variabilidad la que nos fortalece: cambiar direcciones, probar otras rutas, salir del checklist de posturas y permitir que la práctica se mueva con más libertad y presencia.
Cuando entendemos esto, cuidar deja de ser “hacer menos” o “descansar”, y pasa a ser elegir con conciencia lo que realmente necesitamos.
Sostener, en cambio, es mantener ese compromiso vivo, no desde la exigencia sino desde la atención constante a lo que somos.
Así, la práctica se vuelve un proceso de exploración continua: un diálogo entre respiración, cuerpo y mente, entre quietud y movimiento, entre raíces y expansión.
Es en esa escucha activa, en ese involucrarnos día a día, donde nace una práctica verdaderamente cuidada y sostenible.
Y desde esa base, emergen los siete ejes que la acompañan y le dan sentido.
Los siete ejes
Estos ejes son energías vivas que se despiertan de distintas formas: a veces todas juntas, otras de manera individual.
Podemos tomarlas como intención, inspiración o recordatorio; incluso como una carta que elegimos antes de comenzar la práctica.
Cada una representa un aspecto del proceso de cuidar y sostener —no sólo la práctica física, sino también nuestra experiencia humana completa—.
Presencia
Presencia es el centro de todo.
Es lo que convierte el movimiento en conciencia, la práctica en experiencia.
Presencia es volver al cuerpo, a los apoyos, a la respiración.
En el mat, se siente en los pies y en las manos: en cómo tocan la tierra, en cómo sostienen el peso, en cómo nos anclan en el ahora.
Cuando estamos presentes, el cuerpo deja de ser un medio y se vuelve hogar.
La práctica no es algo que “hacemos”: es algo que vivimos.
Cuando esta carta aparece, es una invitación a detener la mente y volver al instante.
A sentir más y pensar menos.
Presencia es la raíz de todo lo demás, el espacio desde donde todo cobra sentido.
Enraizar para ascender
Nada crece sin raíces.
Enraizar es volver a lo esencial, a lo que nos sostiene.
Hay días en los que la práctica no pide exploración ni novedad, sino afirmarnos en lo que ya aprendimos.
Enraizar es conectar con la base de lo que somos: el cuerpo, la respiración, la tierra.
Es recordar que antes de ascender necesitamos estar presentes, sentir estabilidad y sostén.
En la práctica, es un día para asentar lo conocido, para profundizar lo ya trabajado, para habitar el aprendizaje.
Ascender no es ir más alto ni más rápido, sino elevar la conciencia desde una base firme.
Cuando esta carta aparece, puede ser un recordatorio para practicar desde la solidez, para sentir los apoyos, para confiar en lo que ya construiste.
Desde esas raíces, el crecimiento llega solo.
Navegar
Navegar es confiar en el movimiento de la vida sin perder dirección.
Es permitir que las cosas sucedan con fluidez, encontrando una forma orgánica de movernos, tanto en el mat como fuera de él.
En Awakening Yoga, navegar es una metáfora del mar.
El mar no se apura ni se detiene; simplemente se mueve, ondula, se adapta. Su movimiento es constante, sin rigidez, sin forzar.
Así también es la práctica cuando aprendemos a movernos con lo que hay: ondulada como las olas, viva y cambiante como el agua.
Navegar no significa rendirse, sino estar atentos al viento, a las corrientes, al pulso natural del cuerpo y de la vida.
Es aceptar que a veces habrá calma y otras veces oleaje, y que ambas forman parte del viaje.
Cuando esta carta aparece, puede ser un recordatorio para moverte con más suavidad, para permitir que tu práctica se vuelva más orgánica, más humana, menos controlada.
Navegá tu práctica como navegás tu vida: con escucha, con confianza, y con la certeza de que el movimiento, si nace desde adentro, siempre te lleva donde necesitás ir.
Curiosidad
La curiosidad es lo que mantiene la práctica viva.
Sin ella, el movimiento se vuelve mecánico y la experiencia, predecible.
La curiosidad nos invita a mirar distinto, a explorar sin miedo, a recuperar la capacidad de sorprendernos.
En el mat, curiosidad puede ser probar un camino diferente, cambiar la dirección, jugar con la respiración o explorar una transición sin esperar un resultado.
A veces es tan simple como preguntarse “¿qué pasaría si…?”.
Cuando esta carta aparece, es un llamado a dejar que la práctica se abra, a que no todo esté definido de antemano.
Curiosidad también es escucha: es permitir que el cuerpo hable y que la mente aprenda a observar sin controlar.
Esa apertura es la que nos expande, dentro y fuera del mat.
Invocar
Invocar es recordar lo que nos mantiene vivos.
Es reconectar con la motivación que nos impulsa a seguir practicando, a seguir sintiendo, a seguir presentes en esta experiencia humana.
A veces invocar es volver a traer la intención que se había apagado; otras, es abrir espacio para una nueva.
Invocar puede ser foco, calma, curiosidad o fuerza, pero también puede ser algo más profundo: la necesidad de conectar con la vida misma.
No se trata de repetir lo que otros dicen, sino de preguntarnos honestamente: ¿Qué necesito hoy? ¿Qué quiero cultivar en mí?
Quizás venimos haciendo lo mismo y es tiempo de cambiar.
Invocar puede ser eso: atrevernos a una motivación distinta, mirar la práctica desde otro lugar, salir de la zona de confort y elegir algo que nos mueva de verdad.
Cuando esta carta aparece, es una invitación a escuchar tu propia voz interna.
Esa intención —la que nace de vos— es la que mantiene vivo el fuego del compromiso.
Fuego
El fuego es la energía que transforma y despierta.
Es la disciplina que sostiene, el impulso que nos recuerda que somos capaces de más.
A veces lo necesitamos para volver a creer en nuestra fuerza, para prender una chispa donde hubo quietud o apatía.
El fuego es la energía que impulsa la acción con conciencia.
No se trata de forzar, sino de encender con propósito: de moverte desde un “quiero” profundo, no desde un “debo”.
Fuego es decidir dar un paso más, saltar donde antes dudabas, sostener una postura un segundo más o mantenerte presente en medio del esfuerzo.
Cuando esta carta aparece, puede ser un llamado a despertar la determinación dormida, a reconectar con el entusiasmo y la vitalidad.
El fuego no solo calienta el cuerpo: también ilumina la mente.
Es el recordatorio de que la disciplina, bien entendida, no oprime; libera.
Abrazar
Abrazar es acoger la experiencia tal como es.
Es abrirnos a la práctica, a la comunidad, a la disciplina y también a los cambios que trae la vida.
Abrazar es suavizar la exigencia y reconocer que este camino no necesita ser perfecto para ser valioso.
Abrazar la práctica es permitir que cada día sea distinto.
Abrazar la comunidad —aunque estemos a distancia— es sentir que seguimos conectados.
Abrazar la experiencia humana es recordar que cada emoción, cada etapa y cada transformación forman parte del viaje.
Cuando esta carta aparece, puede ser un recordatorio para practicar desde el amor, para bajar la exigencia y mirar todo lo que ya sos capaz de sostener.
Abrazar es volver al corazón de la práctica: la capacidad de sentir, aceptar y seguir presentes.
Práctica: siete cartas para cuidar y sostener
Creá siete cartas con el nombre de cada eje:
Navegar, Invocar, Fuego, Curiosidad, Enraizar para ascender, Presencia y Abrazar.
Tenelas cerca del mat y elegí una al azar antes de comenzar.
Si te toca Navegar, dejá que el cuerpo se mueva como el mar: ondulado, fluido, orgánico.
Si te toca Invocar, buscá dentro tu motivación, eso que te mantiene viva y conectada con esta experiencia humana.
Si te toca Fuego, despertá la energía, animate a dar un paso más, encendé tu poder personal.
Si te toca Curiosidad, explorá, jugá, probá algo diferente.
Si te toca Enraizar para ascender, conectá con la base, practicá desde lo que ya sabés y crecé desde ahí.
Si te toca Presencia, observá tus apoyos, sentí la respiración, habitá el instante.
Y si te toca Abrazar, recibí lo que venga con apertura, con ternura y con gratitud.
Cada carta tiene algo que enseñarte según el día, el cuerpo y la mente que lleguen al mat.
Este pequeño ritual es una forma de volver a involucrarte en el proceso,
de mantener viva la conexión con tu práctica y contigo.
Una forma sencilla, consciente y honesta de cuidar y sostener.


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